El haber sufrido constantes malos tratos deja una huella en la salud mental de la mujer, mostrándose con mayor claridad a la hora de relacionarse con el resto del mundo y desempeñarse como individuo adulto. La capacidad de la víctima para responder a los abusos va disminuyendo a medida que estos van incrementando su frecuencia e intensidad a lo largo de la relación. Con el tiempo, la mujer se vuelve muy pasiva, sumisa, con muy baja autoestima y con un profundo miedo a disgustar a su maltratador.
Todo esto conlleva una serie de síntomas depresivos y de ansiedad como malhumor, depresión, ideas suicidas, además de problemas de sueño, como insomnio. Además, pueden darse otros trastornos, ya sean del estado anímico o trastornos como los de la conducta alimentaria, adicciones o trastorno de estrés postraumático.
Estas mujeres tienen problemas a nivel cognitivo muy destacables, como falta de concentración, disociación, distorsión de la propia imagen corporal, negación, pensamiento pesimista...
Existen una serie de terapias que se han aplicado con la intención de disminuir la sintomatología asociada a este síndrome:
- terapia feminista: pretende empoderar a la mujer para que tome un rol activo en la denuncia a su maltratador, además de posibilitar el proceso de recuperación
- programa STEP: programa de empoderamiento de terapia para supervivientes
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