El Trastorno Histriónico de la Personalidad se caracteriza porque, quienes lo padecen, muestran una conducta extremadamente emocional, dramatizada y teatralizada, intentando no pasar inadvertidos en modo alguno. Consiste, en definitiva, en una excesiva búsqueda de protagonismo. Las personas histriónicas buscan llamar la atención de los demás, desarrollando para ello estrategias, como la seducción o el victimismo.
Las personas con este desorden tienen la necesidad de sentirse importantes, o de contar con la aprobación de los demás. Suelen tener un carácter jovial, alegre, entusiasta o vivaz, lo que muchas veces da la sensación de una elevada autoestima; esto sin embargo no es así, ya que en realidad necesitan reafirmarse mediante esa atención de otras personas. No obstante, quienes padecen este trastorno suelen ser personas altamente funcionales, con buenas habilidades sociales y profesionales.
Los individuos histriónicos también padecen una fuerte inestabilidad emocional. Su carácter fluctúa de manera rápida y severa, pasando de momentos de intensa jovialidad a etapas de tristeza profunda. Además, manifiestan sus emociones de manera excesiva, y también pueden ser influenciados en este sentido por otras personas.
Este desorden comienza a darse en la edad adulta, y afecta casi cuatro veces más a mujeres que a hombres. Es un trastorno muy frecuente, ya que se calcula que puede afectar a cerca del 3% de la población.
Las causas que pueden dar lugar al desarrollo de esta enfermedad están poco claras. Aunque no hay un total consenso al respecto, se cree que este desorden comienza a desarrollarse durante la infancia; es más adelante, durante la adolescencia y comienzos de la edad adulta, cuando empieza a manifestarse gradualmente.
Se cree que no existe una única causa del trastorno histriónico, sino que este viene ocasionado por diversos factores. Así, se suelen considerar como posibles elementos de riesgo las siguientes circunstancias:
- -Falta de apego en la infancia
- -Padres ausentes o emocionalmente distantes
- -Malos tratos o abusos en la infancia
- -Entorno psicoeducativo sin pautas, disciplina o normas claras
- -Baja autoestima
- -Inseguridad personal
También parece probable la existencia de un cierto componente genético entre las causas de este trastorno. Esto se debe a que se ha demostrado familias con antecedentes de trastornos de la personalidad, cuentan con mayor probabilidad de que alguno de sus miembros desarrolle un desorden histriónico.
Los criterios que permiten determinar si una persona ha desarrollado un trastorno histriónico de la personalidad son bastante claros. El manual diagnóstico DSM-IV enumera ocho posibles síntomas; así, cuando encontramos a una persona presenta un patrón de excesiva emotividad y búsqueda de protagonismo, y esta cumple además al menos cinco de estos criterios, podemos afirmar que se trata de un trastorno histriónico de la personalidad:
- -Expresa sus emociones de manera teatralizada, como si se tratase de una representación
- -Es fácilmente influenciable por otras personas
- -Tiene cambios emocionales rápidos y bruscos
- -Se siente incómodo cuando no es el centro de atención
- -Desarrolla actitudes de seducción o de provocación
- -Utiliza el aspecto físico como medio para llamar la atención
- -Habla de manera genérica, exagerada y subjetiva, sin aportar detalles ni matices
- -Considera que sus relaciones con otras personas son más íntimas de lo que realmente son
Las personas con trastorno histriónico de la personalidad no suelen reconocerse enfermas, aunque en ocasiones acuden a tratamiento como consecuencia de problemas de depresión, ansiedad o problemas de pareja. En ocasiones puede emplearse tratamiento farmacológico para el control de síntomas, aunque por lo general es más efectiva la psicoterapia.
El tratamiento psicológico de este tipo de desorden tiene por objetivo fundamental conseguir que el paciente abandone los pensamientos de tipo integral, esto es, que no piense en términos generalizados o de “todo o nada”; esto permite que se centre en problemas concretos, evitando así su generalización a otros ámbitos de su vida. Una vez conseguido esto, es más sencillo empezar a trabajar en el abandono de conductas teatralizadas o excesivamente dramáticas. De cara a la consecución de estos objetivos, la terapia cognitivo-conductual es la que suele ofrecer mejores resultados.
En ocasiones también puede emplearse la terapia grupal, la cual facilitará al paciente el desarrollo de habilidades sociales; o incluso la terapia familiar, para así mejorar sus relaciones sentimentales o con el resto de miembros de su familia.
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