El psicoanálisis (del griego ψυχή [psykhé], «alma» o «mente», y ἀνάλυσις [análysis], «análisis», en el sentido de examen o estudio) es un método particular de psicoterapia y se deriva del método catártico usado por Sigmund Freud y Josef Breue hasta entonces. El psicoanálisis se refiere especialmente a la exploración del inconsciente. Esta exploración clínica se fundamenta en la “asociación libre” por parte del paciente y en la “interpretación” por parte del psicoanalista.
El psicoanálisis considera que la historia del individuo, sobre todo los primeros años, es esencial para comprender el funcionamiento adulto. Para Freud, padre del psicoanálisis, los primeros conflictos determinan en parte el funcionamiento adulto; es decir, en el psicoanálisis, la sanación pasa por hacer conscientes traumas reprimidos y asociaciones inconscientes de sentimientos y pensamientos. Entender los conflictos internos del pasado hace posible reaccionar bien ante las circunstancias presentes. El psicoanálisis supuso una ruptura con la línea dominante, al considerar que para interpretar nuestros actos hay que considerar un conjunto de mecanismos inconscientes.
Freud postula que el psicoanálisis no constituye una búsqueda científica imparcial, sino que es un acto terapéutico cuyo objetivo es modificar el comportamiento. Posteriormente añadió que la elaboración y extensión de la teoría hace que el psicoanálisis sea, además de una técnica terapéutica y de una teoría auxiliar de la patología, una teoría del psiquismo humano. El carácter general de la teoría lo reafirmó cuando insistió en la identidad de los contenidos psíquicos de los individuos neuróticos y sanos: los primeros fracasan donde los segundos consiguen resolver los conflictos.
Además, en la concepción del desarrollo de la teoría psicoanalítica hay dos conceptos que juegan un papel central: la represión y el conflicto psíquico. La represión es el proceso que tiene lugar cuando una pulsión (de naturaleza sexual o agresiva) se enfrenta a resistencias del individuo que la privan de su satisfacción por considerarla peligrosa. Esta pulsión, con sus aspectos emocionales, perceptivos y representativos, permanece en el inconsciente y es olvidada. El proceso de oposición entre pulsión y resistencias se traduce en un conflicto en el que interviene la conciencia. En el caso normal se resuelve del conflicto cuando la pulsión es apartada y su energía eliminada, pero en otros casos el Yo reprime el conflicto impidiéndole su realización, la emoción reprimida que acompaña la pulsión guarda su fuerza energética y el Yo tiene que luchar de manera permanente contra ella; el elemento reprimido, que se ha vuelto inconsciente puede buscar soluciones para su realización que darán lugar a los síntomas neuróticos.
Por otro lado, con respecto al desarrollo sexual, Freud propuso que cualquier individuo atraviesa una serie de fases en su desarrollo sexual, cada fase se caracteriza por una zona erógena, zona del cuerpo que produce la satisfacción de la libido) y el desplazamiento de estas zonas dominantes conlleva la sucesión de una fase a otra. Cada fase se caracteriza por un tipo de relaciones objetales y de mecanismos psíquicos que nos indican la evolución de la personalidad del individuo y de su socialización progresiva. Estas fases reciben el nombre de oral, anal, fálica, de latencia y genital.
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