Dada la gravedad y la violencia que manifiesta la persona poseída por el ataque, este comportamiento es claramente una conducta socialmente no deseable. Además, el propio entorno puede retroalimentarlo, dado que las personas que se encuentren cerca puede contribuir a que haya más tensión e, incluso, se pueden contagiar del ataque de ira.
Detrás de incidentes domésticos, peleas domésticas y otras situaciones tensas es habitual encontrar que se prendió la mecha con un ataque de ira de una de las personas implicadas, la cual incitó a que el resto se comportara de forma igualmente violenta.
Además de la vida familiar y las relaciones con los amigos, las personas que sufren ataques de ira frecuentes pueden ver arruinada su vida laboral cuando sufren uno de estos episodios en el lugar de trabajo. También pueden ocurrir problemas con las autoridades, al pelearse con un policía o al intentar agredir a alguien de la calle.
Son muy variadas las causas que pueden producir un ataque de ira. Algunas situaciones que pueden producir estos episodios son cuando se ha colmado la paciencia de alguien ante una negligencia grave o una ofensa personal que no se puede dejar pasar.
También puede darse cuando la convivencia con seres queridos como padres, hermanos y la pareja no se está dando de forma adecuada, no cumpliéndose las tareas domésticas, habiendo sobreprotección y abusivo control sobre la vida de los miembros de la familia, entre otros aspectos que pueden generar tensión e iniciar un incidente en el hogar.
Es de especial mención algunos trastornos en los que se pueden dar ataques de ira: el trastorno bipolar, la depresión, enfermedad de Alzheimer, alcoholismo… además de enfermedades que aparentemente pudiera parecer que no tienen relación con inestabilidad emocional, como lo son la diabetes mellitus, cirrosis, hepatitis, epilepsia, abuso de benzodiacepinas, hormonas, esteroides, anabólicos y medicamentos para reducir el colesterol.
Cabe incidir en el abuso de sustancias, dado que es común en todas ellas que se dé episodios de enfado excesivo, dado que afectan directamente en la química cerebral.
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